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Positivismo tóxico: la felicidad extrema también es un riesgo

Positivismo tóxico: la felicidad extrema también es un riesgo

Las personas son el principal activo de las organizaciones y, por tanto, garantizar su bienestar se ha vuelto en una prioridad. ¿Hasta qué punto mantener felices a los trabajadores es sano y no se convierte en un riesgo para las empresas?

Forzar un estado de felicidad permanente en los equipos de trabajo, puede ser muy peligroso. Está bien que las empresas reconozcan a su capital humano como su activo más preciado, porque es clave en alcanzar los objetivos del negocio. Sin embargo, los expertos han alertado los riesgos de la felicidad extrema.

En la pandemia se evidenció la importancia que las empresas tengan estrategias de bienestar. La satisfacción de las personas con su trabajo, sostiene Juan Carlos Gutiérrez, fundador y director de Welu y Colombianos Exitosos, especialistas en bienestar y felicidad organizacional, puede incrementar hasta un 31% la productividad, la innovación y las ventas.

No es un indicador fácil de mantener. La encuesta ‘¿Qué tan felices son los latinoamericanos en su trabajo?’ de HubSpot, a más de 1.200 trabajadores en la región, revela que el nivel de felicidad no sobrepasa el 50%. En Colombia, solo 3 de cada 10 empleados es completamente feliz con su trabajo.

“La motivación nos lleva a esforzarnos más, ser más creativos y resolutivos. Sin embargo, solemos pensar que la motivación es un chispazo de energía que surge de un momento a otro, cuando en realidad la motivación sana es resultado de hábitos de disciplina”, dice Gutiérrez.

EMPRESAS SOBREPROTECTORAS

El dilema es entender dónde poner el límite en las estrategias de felicidad en el trabajo para evitar que el bienestar se transforme en ‘positivismo tóxico’. “El positivismo tóxico comprende la mentalidad de neutralizar o minimizar las frustraciones, inseguridades, momentos de duda que hacen parte de cualquier actividad humana, incluso al tener éxito en los objetivos planteados.

“Se trata de un reflejo poco realista de la experiencia laboral”, define Julie Viviana Cedeño Bustos, profesora investigadora de la Facultad de Psicología y Ciencias del Comportamiento de la Universidad de La Sabana. Aunque es natural que las organizaciones estén orientadas al logro, acota la experta, en ocasiones se suelen exaltar los éxitos por su efecto positivo, obviando los altibajos del proceso que fue necesario para alcanzar los objetivos.

Se le ha enseñado a las personas a “ponerle buena cara” a las dificultades, evitando cualquier emoción negativa. “El mundo nos está exigiendo vivir en modo fantástico; eso es lo que nos está dejando como herencia el positivismo tóxico”, subraya Andrés Ramírez, socio experto en felicidad en el trabajo de Plurum Consultores. Ramírez insiste en que las firmas están tomando un rol de padres sobreprotectores, lo que genera ‘hijos indefensos’ y frena las habilidades para enfrentarse a los problemas.

“Un ambiente laboral saludable permite expresar todo tipo de emociones, tanto positivas como negativas, y promueve la comunicación abierta para abordar y resolver los problemas del día a día”, dice Gutiérrez, de Welu.

HABILIDADES BLANDAS

Cuando en el ambiente laboral no hay espacio para el error, para reconocer que hay momentos en los que no se llega a las metas esperadas y darle lugar a la frustración, los colaboradores se cohíben en el futuro de manifestar sus emociones reales.

Como explica Gutiérrez, el efecto termina siendo contrario al esperado. “El positivismo tóxico puede resultar nocivo para la salud mental de los colaboradores, ya que les impide expresar sus sentimientos o preocupaciones, y les hace sentir la necesidad de fingir la felicidad en todo momento”, dice.

La docente Cedeño afirma que en las organizaciones que promueven una actitud positiva permanente los trabajadores tienen dificultad para calificar y expresar lo satisfactoria o frustrante que puede ser una experiencia. Así, se corre el riesgo de que la persona se desvincule de sus tareas diarias y se debiliten habilidades blandas como la creatividad.

“Las soft skills como mecanismo de afrontamiento pueden verse afectadas sin un sistema de apoyo que reconozca las dificultades que puede experimentar un empleado”, resalta Cedeño.

“Aun las personas que cuentan con fuertes habilidades de resiliencia, comunicación, o empatía pueden verse limitadas si las experiencias negativas son infravaloradas por colegas, líderes o la cultura general de la organización”, añade.

Para Andrés Ramírez, la sociedad ha reflejado la ineficacia de propender porque todos sean felices. “Nunca antes habíamos tenido tanto bienestar y nunca antes habíamos experimentado tanta infelicidad”, plantea. Las emociones negativas también son necesarias para desarrollar la inteligencia emocional.

CÓMO EVITAR LOS EXTREMOS EN LAS EMPRESAS

Las organizaciones han fortalecido sus departamentos de recursos humanos, pensando precisamente en el desarrollo de estrategias que optimicen la gestión del talento, propendan por el bienestar de los equipos y contribuyan a mejorar la productividad en el trabajo.

Esas acciones luego deben verse reflejadas en los indicadores. Medir es la clave para tener estrategias efectivas y evitar los extremos. Por ejemplo, sugiere el socio de Plurum Consultores, Andrés Ramírez, “en talento humano hay un indicador de rotación y yo creo que la rotación per se no nos dice nada, tenemos que hacerle preguntas más sofisticadas”.

De acuerdo con Gutiérrez, al diseñar un plan para promover la felicidad en el trabajo es menester considerar las percepciones de los colaboradores, entender cuáles son sus necesidades y deseos, y una vez implementado es crucial poder medir el impacto que tengan dichas tácticas en el bienestar de los equipos. “Lo que no se mide, no se puede mejorar”, sentencia.

Cedeño reconoce que no es fácil diseñar un entorno laboral que equilibre vida-trabajo, pero hay aspectos como la flexibilidad y la apertura a la participación del empleado que son mayormente apreciados en la actualidad.

“La noción de worker agency, donde el trabajador experimenta un alto sentido de autonomía en las elecciones que hace, alienta su percepción de inclusión y se potencia al ajustar estrategias –que en el pasado tenían un perspectiva genérica– a las necesidades particulares de cada empleado”, complementa.

Hay que tener claro que el concepto de balance no debe salir nunca de la ecuación, por lo que es elemental que las personas perciban su entorno laboral como un ambiente seguro para expresar emociones negativas y aprender a gestionarlas a favor de los objetivos del negocio.

Fuente Forbes

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