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El liderazgo femenino que necesita el mundo de hoy

El liderazgo femenino que necesita el mundo de hoy

El liderazgo femenino y la mayor participación en la toma decisiones es fundamental para enfrentar el mundo BANI descrito por Cascio (por sus siglas en inglés: la fragilidad, ansiedad, no linealidad e incomprensibilidad).

Por Yvette Mucharraz y Cano

Recientemente, en una de las sesiones que di en el IPADE para hablar de resiliencia organizacional y manejo de crisis, tuve la grata experiencia de que más del 95% de quienes asistieron eran mujeres.

Al hacer las mismas preguntas que había hecho a otros grupos, me di cuenta de que la perspectiva femenina en un tema como el manejo de crisis, traía nuevos elementos a la discusión, que ciertamente no eran mejores ni peores, sino diferentes.

En las conclusiones, ellas privilegiaron temas como la responsabilidad social, la importancia de la motivación de las personas, la seguridad y el bienestar.

El liderazgo femenino y la mayor participación en la toma decisiones es fundamental para enfrentar el mundo BANI descrito por Cascio (por sus siglas en inglés: la fragilidad, ansiedad, no linealidad e incomprensibilidad).

La complejidad de los retos que como humanidad estamos enfrentando requiere de una perspectiva distinta, que las mujeres aportan y se puede potencializar. Para lograr esta transformación, la unidad y la complementariedad entre las personas pueden facilitar la generación de ecosistemas y redes donde la innovación y la resiliencia son posibles.

En este sentido, los rostros y las voces de las mujeres necesitan mayor visibilidad y ser escuchadas. También se puede sumar el reconocimiento de las fortalezas que pueden poner al servicio de la humanidad. No estoy hablando solamente de aquellas cuyos nombres han trascendido generaciones y han pasado a la historia, sino de mujeres plenas, ‘de a pie’, que cuentan sus historias y entrelazan sus vidas con las de otros dejando huella en quienes las rodean, e incluso en las siguientes generaciones. Por ejemplo, aquella enfermera que en un momento me decía que no sabía con quién dejaría a su bebé con fiebre que no recibirían en la guardería, y necesitaba llegar a su trabajo a atender a sus pacientes, también niños que requerían de sus cuidados. Su esposo tampoco podía ausentarse, pero encontró la manera, su hijo fue atendido gracias a su red de apoyo y ella llegó a su trabajo a tiempo. Esta mujer difícilmente saldrá en la portada de una revista o tendrá una estatua en una gran avenida, y a pesar de no tener una cuenta de banco con varios ceros, su poder y su plenitud están en el servicio a otros, en el amor con el que hace su trabajo, y en cómo cuida de su familia de la mano de su esposo.

Me vienen a la mente tantas y tantas mujeres que me han inspirado, como esa abuela que antes de irse a trabajar lleva a su nieta al jardín de niños y sale lo más temprano posible para ir a recogerla, y de esa forma apoya a su hija para que siga su carrera como profesionista y da un buen ejemplo a su nieta buscando un mejor futuro también en el ocaso de su vida. Igualmente, pienso en las empleadas y directivas en las empresas que se hacen escuchar, que escuchan y proponen, y desde su actuar en las organizaciones también impactan, apoyadas muchas veces por sus compañeros o por otras mujeres. 

Quiero hacer un homenaje para ellas, y en particular para las primeras respondientes, quienes desde los hospitales o en sus casas no han bajado la guardia para hacer frente al COVID-19. Las tías, hermanas, vecinas, primas, amigas, abuelas, hijas que se volvieron maestras, cuidadoras, soporte técnico en el hogar y siguieron adelante. Y quienes se nos adelantaron…

Además de estas historias cotidianas, posiblemente ordinarias, reconozco a quienes han hecho historia, y no terminaría de nombrarlas, pero recientemente en un par de libros que leí, llegué a reflexiones importantes del tema. Hablaría de las mujeres brújula que guían a otros como lo relata Isabel Sánchez, y de Nadia Murad, mujer iraquí que ganó el premio Nobel de la Paz después de vivir el terror de la violencia sexual y la guerra convirtiéndose en activista por los derechos humanos, pero quiero quedarme un momento con la historia de Immaculée, quien entendió el valor del perdón, de la reconciliación y de la paz, después de haber sido perseguida durante el genocidio en Ruanda.

Immaculée tuvo que esconderse por 91 días con otras 5 mujeres en un baño, para evitar que la mataran. Después de salir con vida, afortunadamente, y al enfrentar a quienes la perseguían para matarla, aquellos que habían acabado prácticamente con toda su familia y sus seres queridos, lo que hizo primero al dejar su escondite fue regalarles su perdón. Su historia me conmovió y me cimbró, porque en el contexto actual parecería que lo socialmente aceptado es acabar con el otro y dejar que la ira fluya y haga lo suyo. Entendí a través de esta historia que la paz solamente se puede construir desde la unidad, a través de la empatía y de la escucha, desde la capacidad de perdonar lo imperdonable, buscando, en paralelo, la justicia. 

Este es el liderazgo femenino que necesita el mundo hoy, el de las mujeres plenas, quienes a través de su feminidad enfrentan la complejidad formando redes, donde la principal característica es reconocer la humanidad de la otra persona, para construir y para crecer juntos.

Contacto:

Yvette Mucharraz y Cano, directora del Centro de Investigación de la Mujer en la Alta Dirección (CIMAD) del IPADE.

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